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Redes que vuelven a ser sociales

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Desde que Elon Musk compró Twitter y comenzó a hacer cambios en su funcionamiento, muchos usuarios y usuarias empezaron a buscar qué otras plataformas podían darles albergue. Sin embargo, las redes sociales son difíciles de reemplazar, ya que si nos mudamos solos, no tendremos con quién interactuar. Así, pareciera que quedamos atrapados y atrapadas entre publicidades, los algoritmos que nos muestran a gente famosa o contenido pago en lugar de las personas que seguimos, y que no existe otra opción que vivir en esas redes dominadas por los  hombres blancos y ricos de Silicon Valley y sus caprichos.

Las redes sociales que solemos habitar son propiedad de empresas que quieren que estemos el mayor tiempo posible mirando la pantalla y pasando con nuestro dedo o mouse por los distintos mensajes para que veamos los contenidos que nos interesan, y otros por los que ellos reciben dinero. Para eso se desarrollan sistemas que vigilan nuestras interacciones –a quién le respondemos, qué nos detenemos a leer, etc.– y que pueden crear un perfil sobre nuestros intereses y, en función a eso, direccionar la publicidad que nos llega. Así es que cuando buscamos un destino para nuestras vacaciones en internet, empezamos a recibir publicidades de agencias de viajes o ciudades.

Los algoritmos se crean para mantenernos consumiendo mensajes dentro de las redes, aunque se sepa que los comportamientos que producen en las personas estén lejos de ser buenos. Por ejemplo, en el 2021 se filtró un documento en el que Instagram reconocía saber los efectos negativos en la salud mental de los y las adolescentes que generaba su algoritmo, pero no hacía mucho por cambiarlo.

Además, para que estemos más tiempo en esa plataforma, no podemos interactuar con personas que estén en otras: es imposible contestar desde twitter a alguien que publicó una foto en Instagram. Sí o sí debemos tener una cuenta en cada una de las redes para poder interactuar. En algún momento se había hablado de internet como una plaza pública donde ocurrían las conversaciones, pero las plataformas han convertido esa plaza en un barrio de mansiones donde estamos invitados al jardín a conversar con las personas que estén allí, pero sin poder hablar con quienes están en la mansión de al lado.

Siguiendo con la analogía, podemos decir que existe otro barrio en el que las casas no tienen rejas ni paredes que nos eviten hablar con quien queramos; aunque no esté en la misma casa. Se lo conoce como fediverso ¿Te gusta escribir textos cortos como en Twitter? Entonces puedes usar mastodon o pleroma. ¿Te gusta tomar imágenes y publicarlas como si fuera Instagram? Entonces lo tuyo es pixelfed. Y no necesitarás una cuenta en otra red para poder seguir personas, indicar que un posteo te gusta o escribir una respuesta.

De cada una de esas aplicaciones existen muchas instancias, administradas por distintas comunidades y personas con sus reglas, que en general prohíben la violencia y la discriminación. No tienen algoritmos que nos sugieran qué leer, ni publicidad que aparezca en nuestras pantallas.

Parte de su crecimiento en el último tiempo tuvo que ver con personas que huían de twitter al ser acosadas por su género, etnia o creencias. Desde que Elon Musk se hizo cargo de twitter, en octubre del año pasado, los y las usuarias de estas redes se duplicaron, y actualmente hay más de 10 millones de cuentas.

La mayor dificultad para irnos es, como dijimos, el efecto red: nos vamos de Twitter, Instagram o Facebook, pero no podemos llevarnos a nuestros amigos con nosotros. En muchos casos hay que empezar nuevamente a construir esas comunidades en las que se pueda participar. Pero hay ventajas: se pueden seguir temas específicos (a través de los hashtags) y, si no nos gusta la instancia en la que estamos, o cambian sus reglas, podemos mudarnos a una que se adecue a nuestros intereses o gustos.

Su crecimiento empieza a ser, por primera vez, constante. Tanto es así que la propia Meta, compañía dueña de Facebook, Instagram y Whatsapp, lanzó su red para competir con Twitter que, prometen, será compatible con el fediverso.

 

Que exista una alternativa no significa que ésta triunfe. Eso sólo ocurrirá si la experiencia de las personas en estas redes empieza a ser mejor que en las  privadas, si se convierten en espacios de intercambio y convivencia. Dependerá, entonces, de las personas que las habiten.                                                                                                                                                                                                                                                                                     Por Guillermo Movia, coordinador de Tecnología y seguridad digital de Fundación InternetBolivia.org para Guardiana