Skip to content
Menu

Los primeros días de enero, Meta (empresa dueña de Facebook, Instagram, Threads) anunció una serie de cambios en sus políticas de moderación de contenido que generan mucha preocupación. Con el argumento de “reforzar la libertad de expresión», la compañía eliminó restricciones clave en temas como la inmigración, el género y la orientación sexual, que incluye la eliminación del programa de verificadores externos (en Estados Unidos de momento). Estos cambios en la política de “Conductas de odio” afectarán a quienes son usuarios a nivel global.

Esto también habilitará discursos misóginos, racistas y homofóbicos, acrecentando la violencia digital de género que no para de crecer dentro de estas plataformas y que tiene un efecto grave en todas las esferas de la vida de las personas que la enfrentan.

Uno de los cambios está relacionado a que Meta pasó de decir que el discurso de odio puede “promover la violencia fuera de línea” a decir que sólo se prohíbe el contenido que podría “incitar a la violencia o intimidación inminente”. Esto, aunque parece pequeño, es muy grave, porque niega una característica fundamental para comprender esta forma de violencia de género, que es identificar como real lo virtual. Existen bastantes ejemplos a mayor y menor escala, y mucha evidencia de que el discurso de odio y la violencia digital generan otras formas de violencia fuera de Internet como la violencia física y sexual, por mencionar algunos ejemplos.

Desde el Centro S.O.S. Digital, que brinda acompañamiento a personas que enfrentan violencia digital, hemos experimentado dificultades en la eliminación o borrado de contenido que genera violencia de género, aun en un contexto donde las políticas de Meta sancionaban estos discursos. Ahora que ya no lo hacen, nos imaginamos un horizonte muy complejo para realizar nuestro acompañamiento y entendemos que los efectos de la violencia digital de género pueden ser más graves. La revictimización por parte de Meta y la falta de reparación ante la violencia que ocurre dentro de sus plataformas de alguna manera se volvió parte de su política organizacional, aunque no lo mencionen explícitamente.

Las consecuencias

En enero de este año, distintas organizaciones que trabajan en derechos sexuales y reproductivos denunciaron que en Instagram y Facebook cuentas y publicaciones que brindaban información para acceder a pastillas que interrumpen el embarazo han sido bloqueadas y eliminadas. Meta ha negado que estas acciones estén relacionadas con los recientes cambios en sus políticas; sin embargo, surgen muchas dudas. Todo esto refleja la alineación de las grandes plataformas digitales al discurso antiderechos de Trump, buscando afianzar y cuidar su modelo de negocio, poniendo por encima sus ganancias económicas frente al cuidado de los derechos humanos (no es novedad, pero ahora lo hacen abiertamente, alimentando el discurso de derecha y antiderechos). En ese sentido, es probable que el terreno hostil de las redes sociales para mujeres, colectivos feministas, población LGBTIQ+, etc., antes de estos cambios, se vuelva aún más violento.

Es de conocimiento que las redes sociales priorizan la polarización y el conflicto como estrategias de rentabilidad y esto puede verse cuando crean comunidades o “burbujas” de información, donde estos discursos antifeministas se crean y se retroalimentan, y la narrativa feminista se enfrenta a varios obstáculos para ser visible.

El contenido que se genera por parte del discurso antifeminista y antiderechos apela a la emocionalidad que muchas veces difunde hechos falsos o engañosos. Los algoritmos de las plataformas favorecen los contenidos polémicos, emocionales o viscerales porque representan mayor atención, mayor interacción y por ende, más ganancias económicas. Ekaitz Cancela lo menciona de forma precisa, la verdad en las redes sociales es lo que genera clicks, es decir, lo que es viral. En una sociedad capitalista en plena crisis, lo que más viralidad genera siempre es el odio y el ataque a las mujeres, esto es casi la condición fundamental de la economía política de las tecnologías digitales.

En el artículo “Capitalismo desenmascarado. La batalla cultural en la era de los tecno-bros”,  Ekaitz Cancela y Anita Fuentes mencionan: “La violencia es parte del ADN de una estructura que capitaliza la misoginia, el machismo y, en definitiva, la violencia como parte integral de su modelo de negocio.”

Hace unos meses me hacía algunas preguntas después de leer una investigación sobre el discurso antifeminista en Bolivia en redes sociales:

¿Se necesita cambiar las estrategias comunicativas a un contenido que genere más polémica, mayor controversia para hacerle juego al algoritmo de redes? ¿Cómo se cuida la profundidad del debate y los contenidos?

Ekaitz Cancela y Anita Fuentes dicen en su artículo: cuando los movimientos aceptan que la única vía para dar la batalla política son espacios que operan bajo lógicas donde todo discurso antisistémico queda cooptado y vaciado, terminan dejando la solución en manos de los propietarios de las plataformas, en lugar de llevar a cabo una transformación que desafíe las desigualdades estructurales.

Necesitamos imaginar y crear tecnologías feministas para la organización colectiva con una perspectiva crítica que tome en cuenta las desigualdades estructurales para no replicarlas. El movimiento feminista que ha tomado como su ámbito de lucha la tecnología, lleva creando e imaginando otros futuros posibles y vale la pena escucharles.

 

Nota publicada en Guardiana por Lu An Méndez, Oficial de inclusión, violencias digitales y Coordinadora S.O.S. Digital de la Fundación InternetBolivia.org