Los debates sobre el derecho de autor, propiedad intelectual y el acceso libre a la cultura existen desde hace años; pero en el último tiempo se sumó un elemento más a estas discusiones: la Inteligencia Artificial Generativa (IAG).
Copyrights y brechas
La «propiedad intelectual» se ha instalado en el sentido común, lo que permitió dar comienzo a la llamada organización mundial de la “propiedad intelectual” (OMPI), que lleva a una gran confusión sobre las ideas (intangibles) y cosas (tangibles).
Esta confusión ha llevado a que unos pocos que buscan monopolizar el conocimiento con el acompañamiento de las legislaciones generen una brecha que sigue creciendo.
Los actuales regímenes de copyrights desencadenaron un estado de concentración y monopolio en áreas vinculadas al trabajo intelectual que agravan las diferencias entre los países ricos y los países pobres, y profundizan la concentración que hoy tienen las grandes empresas de la industria cultural.
Domino público
La extensión exagerada de los derechos exclusivos sobre obras intelectuales perjudica al crecimiento del Dominio Público, del bien común y el derecho al libre acceso a la cultura.
En estos días, la gran noticia fue que el primer Mickey pasó a dominio público después de 95 años y un rol muy activo de Disney en la regulación estadounidense para retrasar esta fecha que permite utilizar ese icónico dibujo.
El modelo de propiedad intelectual actual, su extensión y su alcance van de frente con derechos básicos como la libertad de expresión y el derecho al libre acceso a la cultura.
Contracorriente
Las licencias Creative Commons permiten a los y las autoras compartir y liberar sus obras (musicales, literarias, fotográficas, científicas, educativas, plásticas, audiovisuales, etc) en forma legal y segura.
Algunas de las motivaciones de las y los activistas de este tipo de licencias son ampliar el acceso al conocimiento, promover la cultura libre e impulsar la reforma de la propiedad intelectual.
Inteligencia artificial generativa
Como ocurre con cualquier innovación tecnológica, la velocidad con la que avanza la regulación legal no es equiparable a la técnica, y ya se están planteando numerosas cuestiones de corte ético y legal asociadas al uso de la IAG. Entre ellas destacan las relacionadas con los derechos de propiedad intelectual sobre las obras originadas por una IAG.
Este tipo de tecnología está generando obras creativas, artísticas e intelectuales cada vez más parecidas a las creadas por seres humanos y esto está empezando a afectar el trabajo de diversos profesionales. Como en una obra de Escher, muchas y muchos hemos visto el capítulo ‘Joan es horrible’de Black Mirror volverse real en la huelga de actores y actrices en Estados Unidos. Hago un repaso por si no conocen de qué estoy hablando.
En este episodio, Joan descubre que su vida está siendo reproducida al pie de la letra en una serie llamada “Joan es horrible”, donde se la expone y juzga frente a los millones de suscriptores de la plataforma. Allí, quien la interpreta es la famosa actriz Salma Hayek, a quien Joan busca en un intento desesperado por hacer que la saquen de ese streaming.
Pero ahí no termina la trama, porque es entonces cuando Salma Hayek se entera de esta producción en la que ella no está participando y nunca fue avisada tampoco.
Aquí es donde comienza la relación con la huelga de actores, porque Salma y Joan son notificadas de que por medio de una cláusula en diferentes contratos que las dos firmaron, cedieron a la plataforma los derechos de su imagen y que con inteligencia artificial crearon personajes que resultan ser una copia de ellas mismas, por lo que ya no son requeridas físicamente para la reproducción de su imagen.
Con el miedo de que la IA reemplazara su trabajo, los actores y actrices se sumaron a la huelga de guionistas que finalizó con el acuerdo que estableció que en cada proyecto sea necesario el consentimiento del actor o guionista para el uso de su imagen o texto en diferentes modalidades y una compensación por cada aparición en caso de prescindir del actor o actriz de carne y hueso. En el caso específico de quienes son guionistas, no se podrá usar material generado por IA o no será considerado como contenido original.
El sector de la ilustración y fotografía también se ve afectado por la IAG, poniendo en el centro de la discusión los derechos de autor. Este sistema está diseñado para generar nuevos datos sintéticos basados en patrones aprendidos a partir de datos existentes, que en este caso son las obras de estos artistas.
El debate alrededor de los derechos de autor y la inteligencia artificial está al rojo vivo y no es fácil de cerrar. Tenemos que poder repensar los paradigmas sobre propiedad intelectual a la luz de los nuevos avances de la tecnología para encontrar un punto de equilibrio entre el resguardo de los derechos de las y los creadores y el avance imparable de este tipo de herramientas.
Lo que no podemos dejar de decir es que el derecho de autor ha funcionado como un mecanismo de control de la información y del conocimiento, y tenemos que encontrar nuevos caminos para que la cultura circule y sea (re) apropiada por todos y todas.
Por Lisette Balbachan, responsable de comunicación de la Fundación InternetBolivia.org para Guardiana